¿Cuál es la adecuada temperatura del agua para la limpieza facial?

El primer error que cometemos en nuestra rutina facial puede tener que ver con algo en principio tan simple como lavarse el rostro. La temperatura del agua que utilizamos para aplicar y aclarar jabones y otros limpiadores importa, ¡a continuación te explicamos por qué!

Respecto a los cuidados de la piel existen una serie de creencias populares que perviven con el tiempo por mucho que los fabricantes de los productos se empeñen en desmentirlos.

Una de ellas es el mito de que el agua caliente «limpia» mejor la piel. Esta idea está probablemente asociada a que, como los objetos se dilatan con el calor, lo mismo ocurrirá con los poros de la piel, por lo que los productos de limpieza facial eliminarán mejor la suciedad que hay dentro de ellos. Sin embargo, los poros de la piel no tienen «músculos» que se dilaten o contraigan significativamente con los cambios de temperatura, así que utilizar agua caliente para favorecer su dilatación no nos servirá de nada.

Por contra, el agua caliente sí provocará una dilatación de los capilares sanguíneos de la piel, que puede dar lugar a un enrojecimiento de la piel, o en el peor de los casos, a dejar marcas rojas bajo la piel. Esto es especialmente importante en pieles sensibles, tendentes a las rojeces o con rosácea.

Además, el agua caliente puede eliminar en exceso los aceites naturales que protegen la piel, favoreciendo la sequedad del rostro. Así que utilizando agua demasiado caliente podemos acabar con la piel más seca, irritada y con rojeces… mejor no, gracias.

¿Y qué pasa con el agua fría? ¿No dicen que es buena para tonificar la piel?

Es cierto que emplear agua fría es menos problemático para la piel, pero puede ocurrir que no retire bien el exceso de sebo e impurezas de la piel, y por tanto no estemos limpiando bien el rostro. El efecto tonificante y tensor del agua fría es pasajero, hasta que nuestra piel recupera su temperatura normal. Además, no se puede decir que sea excesivamente placentero lavarse el rostro con agua helada, así que si somos perezosos, probablemente estaremos tentados a saltarnos el paso de la limpieza facial en nuestra rutina, sobre todo por la noche.

En el término medio está la virtud…

Como habréis adivinado ya, la temperatura del agua adecuada para la limpieza facial es ni muy caliente, ni muy fría: templada. Así, obtenemos todos los beneficios limpiadores del agua caliente sin perjudicar nuestra piel.

Lo ideal es que la temperatura del agua esté ligeramente por encima de nuestra temperatura corporal, así limpiaremos en profundidad y evitaremos que la piel se enrojezca. Si aprovechas la ducha para la limpiarte el rostro, tal vez sea buena idea llevar a cabo la doble limpieza facial en el lavabo antes de la ducha, y así evitar someter a la piel del rostro al agua caliente de la ducha.

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